EE. UU. utiliza plutonio de la Guerra Fría para impulsar la próxima generación de IA y centros de datos

Por
Thomas Schmidt
6 min de lectura

Átomos para la IA: Estados Unidos Convierte Plutonio de la Guerra Fría en Combustible para una Nueva Era Digital

Estados Unidos se prepara para impulsar la revolución de la inteligencia artificial del mañana con los letales restos de la era atómica. El gobierno ha desbloqueado discretamente casi 20 toneladas métricas de plutonio apto para armas —material destinado alguna vez a ojivas nucleares— y ahora lo ofrece, casi de forma gratuita, a una nueva ola de empresas emergentes de energía nuclear. Estas compañías planean convertirlo en combustible avanzado para reactores que podría satisfacer las enormes necesidades de electricidad de la IA y los centros de datos.

El Departamento de Energía (DOE) invitó a empresas privadas a solicitar una parte de este tesoro nuclear. Es suficiente material fisible para construir miles de bombas, pero Washington espera convertirlo en energía limpia. El objetivo es ambicioso: encender un resurgimiento nuclear nacional, reducir la dependencia del combustible ruso y entregar un flujo constante de energía sin carbono para mantener viva la creciente infraestructura digital de Estados Unidos.

Los líderes de la industria califican el plan como una "jugada maestra de reciclaje estratégico". Pero no todos aplauden. Los críticos advierten que reabre la caja de Pandora de la política del plutonio —un debate de décadas sobre si reintroducir el plutonio para uso comercial vale los enormes riesgos de desvío y terrorismo.

Esta no es solo otra iniciativa energética. Es un giro nacido del colapso de un tratado de desarme entre Estados Unidos y Rusia y impulsado por el hambre de energía de Silicon Valley. Lo que está en juego no es solo la electricidad, sino el delicado equilibrio entre la innovación y la aniquilación.

De Ojivas a Caballos de Batalla: La Nueva Fiebre del Oro Nuclear

Casi 19,7 toneladas métricas de plutonio, almacenadas bajo estricta seguridad en Texas y Carolina del Sur, se encuentran ahora en el centro de este plan. Según los documentos del DOE, las empresas seleccionadas tendrán que encargarse de todo: transportar, convertir y licenciar el material para su uso en sus reactores. El gobierno espera nombrar a sus primeros socios a finales de 2025, lo que enviará una descarga de emoción al nicho de las startups nucleares avanzadas.

Dos empresas ya se han presentado. Oklo, con sede en California y respaldada por Sam Altman, CEO de OpenAI, está desarrollando pequeños "reactores rápidos" que prosperan con combustible reciclado. Oklo se acaba de asociar con el desarrollador europeo Newcleo, que planea invertir hasta 2.000 millones de dólares en una planta de fabricación de combustible en Estados Unidos para combustible de óxido mixto (MOX), una mezcla de plutonio y uranio.

Para estas empresas, las cuentas tienen todo el sentido. El plutonio es gratuito, la demanda es enorme y la oferta de combustible nuclear avanzado es limitada, especialmente porque Rusia domina ese mercado. "Necesitamos esto", admitió recientemente el Secretario de Energía. "No podemos enriquecer suficiente uranio para alimentar todos los reactores que estamos construyendo ahora mismo."

La presión es real. Los analistas predicen que los centros de datos de IA podrían consumir casi el 10% de la electricidad total de Estados Unidos para 2030. Eso es como alimentar cada hogar en Nueva York, Texas y California juntos. Para los gigantes tecnológicos desesperados por energía limpia y confiable, la energía nuclear avanzada no es un sueño futurista, es una cuestión de supervivencia. E irónicamente, el plutonio de la Guerra Fría podría ser la forma más rápida de lograrlo.

El Fantasma de un Tratado: Cómo Estados Unidos Llegó Hasta Aquí

Para comprender lo que está en juego, hay que retroceder tres décadas. Las reservas de plutonio son una reliquia de un desarme fallido. En 2000, Estados Unidos y Rusia firmaron el Acuerdo de Gestión y Disposición de Plutonio (PMDA), comprometiéndose a neutralizar permanentemente 34 toneladas métricas cada uno de material apto para armas.

Estados Unidos intentó construir una enorme planta de combustible MOX en Carolina del Sur para hacer que el plutonio fuera inutilizable para armas. Pero el proyecto se convirtió en un agujero negro burocrático, plagado de sobrecostos, fallas de diseño y mala gestión. Después de gastar más de 10.000 millones de dólares, el gobierno lo canceló en 2018. No se produjo ni un solo gramo de combustible.

Washington luego optó por un enfoque más barato de "diluir y desechar": mezclar el plutonio con materiales inertes y enterrarlo. Rusia no quedó impresionada. Citando el incumplimiento de Estados Unidos, suspendió su propia observancia, lo que en la práctica anuló el tratado.

Con toneladas de material peligroso y sin un plan, Estados Unidos ha cerrado ahora el círculo. Al recurrir a la industria privada, el gobierno está diciendo esencialmente: "Si no podemos arreglar esto, quizás el mercado pueda".

¿Promesa o Caja de Pandora?

Los partidarios afirman que esta medida es brillante. Transforma un costoso pasivo en un salvavidas de energía limpia. El plutonio, que alguna vez fue un símbolo de destrucción, podría ahora generar electricidad equivalente a miles de años de funcionamiento de reactores. También ayudaría a Estados Unidos a liberarse de proveedores extranjeros y a reducir los residuos a largo plazo.

Los escépticos no están convencidos. "Esto no es innovación, es desesperación", publicó un analista en línea. "Estamos recurriendo a las reservas de la Guerra Fría porque nos hemos quedado sin opciones."

Los riesgos son innegables. El plutonio apto para armas, rico en el isótopo Pu-239, es material puro para bombas. Solo unos pocos kilogramos pueden arrasar una ciudad. Transportarlo y procesarlo fuera del control militar invita a un sinfín de posibilidades de robo o accidentes.

Los expertos en no proliferación están alarmados. Muchos dedicaron sus carreras a luchar para enterrar este material, no para renombrarlo como combustible. Advierten que, incluso bajo una estricta regulación, comercializar el plutonio sienta un precedente peligroso: otras naciones podrían seguir su ejemplo, desdibujando la línea entre los programas nucleares civiles y militares.

"Resolver el almacenamiento no significa crear nuevos riesgos", argumentó un científico de la Unión de Científicos Preocupados. "Los ciclos comerciales podrían hacer que el mundo sea menos seguro."

El Congreso ya ha empezado a hacer preguntas difíciles. Los legisladores temen que el plan pueda canibalizar reservas estratégicas destinadas a la defensa nacional solo para alimentar las granjas de datos de la IA. El debate se hace eco de una inquietante pregunta de la era atómica: ¿podemos aprovechar la brillantez del átomo sin resucitar sus pesadillas?

El Difícil Camino por Delante

Incluso si el plan avanza, se enfrenta a un sinfín de desafíos legales y logísticos. Las empresas deben diseñar y licenciar nuevas instalaciones de combustible —una apuesta de miles de millones de dólares que nunca se ha realizado de forma puramente privada en Estados Unidos. La Comisión Reguladora Nuclear exigirá revisiones exhaustivas de seguridad, y las demandas de grupos ecologistas y de vigilancia son casi seguras.

En resumen, esto no es "conectar y usar". Es un maratón a través de la burocracia, la ciencia y la política.

La verdadera prueba es si los innovadores privados pueden tener éxito donde el gobierno federal falló de manera espectacular. Tendrán que demostrar que pueden manejar el material más peligroso del mundo de forma segura, eficiente y económica.

A medida que las solicitudes comienzan a llegar al DOE, Estados Unidos se encuentra en una encrucijada. La decisión, esperada para el próximo año, no solo elegirá una empresa, sino que podría definir el futuro energético de la nación. Los fantasmas de la Guerra Fría vuelven a agitarse, esta vez no para destruir, sino para servir a un nuevo amo: el algoritmo.

La única pregunta que queda es si este fantasma obedecerá, o nos perseguirá de nuevo a todos.

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