
El desaire del Nobel a Trump desata temores de represalias contra las naciones nórdicas
El desaire del Nobel a Trump desata temores de represalias contra las naciones nórdicas
La líder opositora venezolana María Corina Machado ha ganado el Premio Nobel de la Paz 2025, dejando de lado la destacada candidatura de Donald Trump y encendiendo las alarmas en Noruega y Suecia sobre posibles represalias de Washington.
Una ganadora sorpresa y una reacción furiosa
El viernes, el Comité Noruego del Nobel anunció que Machado, una antigua opositora del régimen autoritario de Venezuela que ahora vive en la clandestinidad, recibiría el Premio de la Paz de este año. El comité elogió su incansable lucha por la democracia y sus esfuerzos para guiar a Venezuela hacia una transición pacífica de la dictadura.
La noticia no sentó bien a Trump. En cuestión de horas, la Casa Blanca criticó duramente la decisión. El director de comunicaciones, Steven Cheung, acusó al comité de "elegir la política por encima de la paz" e insistió en que el expresidente había "puesto fin a guerras, salvado vidas y negociado acuerdos históricos" como el alto el fuego en Gaza.

El implacable impulso de Trump por el premio
A diferencia de candidatos anteriores, Trump hizo campaña abierta por el galardón. Se jactó repetidamente de "haber puesto fin a siete guerras" durante su presidencia y cabildeó a líderes extranjeros para que respaldaran su caso. Los informes sugieren que incluso sacó a colación sus ambiciones de premio en conversaciones con funcionarios noruegos, incluyendo discusiones sobre aranceles con el ministro de Finanzas, Jens Stoltenberg.
Antes del anuncio, Trump advirtió que sería "un gran insulto para Estados Unidos" si lo pasaban por alto. Aliados como el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y funcionarios de Pakistán y Camboya lo nominaron, movimientos que, según los analistas, probablemente tenían como objetivo congraciarse con su administración.
Noruega se prepara para las consecuencias
El desaire ha puesto a los políticos noruegos en vilo. Kirsti Bergstø, líder del Partido de la Izquierda Socialista, advirtió que Oslo debe estar "preparada para cualquier cosa", señalando el carácter impredecible de Trump.
Los expertos creen que Trump podría tomar represalias de varias maneras. Podría imponer aranceles más fuertes a las exportaciones noruegas, exigir mayores contribuciones a la OTAN o incluso apuntar al enorme fondo soberano de riqueza de Noruega, de 2 billones de dólares, gran parte del cual está invertido en los mercados estadounidenses. Algunos temen que podría ir más allá, limitando los lazos diplomáticos o desincentivando las importaciones de energía de Noruega.
Suecia, atrapada en el fuego cruzado
Suecia, aunque no está directamente involucrada en la concesión del Premio de la Paz, no está fuera de peligro. Su economía, fuertemente dependiente de las exportaciones (donde las ventas internacionales representan más de la mitad del PIB), ya ha sentido la presión comercial de Trump. En abril, impuso nuevos aranceles del 25% al acero y aluminio suecos.
Las autoridades de Estocolmo ahora temen que pueda extender los aranceles a automóviles, productos farmacéuticos y bienes de ingeniería avanzada, sectores donde Suecia depende en gran medida de los compradores estadounidenses. Si bien el gobierno se ha unido a las conversaciones de la UE sobre posibles contramedidas, está actuando con cautela para evitar avivar una guerra comercial más amplia.
La historia ofrece una advertencia
Noruega ya ha visto esta película antes. En 2010, cuando el disidente chino Liu Xiaobo ganó el Premio de la Paz, Pekín congeló las relaciones diplomáticas e impuso sanciones a Noruega durante seis años. El temor es que Trump pueda adoptar un enfoque similar, utilizando el apalancamiento económico como castigo.
Ya ha demostrado que se siente cómodo aplicando presión financiera cuando los países lo contrarían. Noruega actualmente enfrenta un arancel del 15% sobre sus exportaciones a Estados Unidos, y su fondo soberano de riqueza ha sido presionado para romper lazos con empresas vinculadas a Gaza.
La independencia del Nobel se encuentra con la política transaccional de Trump
El Comité Nobel insiste en que sus decisiones siguen siendo independientes. El presidente, Jørgen Watne Frydnes, señaló que las campañas de presión no son nada nuevo y no influyen en las deliberaciones. Aun así, esa distinción puede significar poco para Trump, cuya política exterior a menudo reduce las instituciones internacionales a moneda de cambio.
El ministro de Asuntos Exteriores de Noruega, Espen Barth Eide, ha reiterado repetidamente que Oslo no interfiere en las decisiones del Nobel. Pero con Trump, tales explicaciones corren el riesgo de caer en saco roto.
Grandes apuestas para pequeñas naciones
Las posibles consecuencias podrían ser costosas. Noruega registró un superávit comercial de 2 mil millones de dólares con Estados Unidos el año pasado, lo que la convierte en un blanco fácil para nuevos aranceles. Los fabricantes de automóviles y las gigantes farmacéuticas de Suecia también dependen en gran medida de los consumidores estadounidenses. Incluso los lazos con la OTAN pueden no proteger a los dos países si Trump considera las obligaciones de la alianza como otra moneda de cambio.
En esencia, la disputa del Nobel es más que el ego magullado de un hombre. Ilustra cómo el estilo de diplomacia transaccional de Trump puede convertir incluso las ceremonias simbólicas en puntos críticos geopolíticos, dejando a las democracias más pequeñas a navegar entre el principio y la supervivencia.