El Calendario como Arma: Cómo el Cierre del Gobierno en Washington se Convirtió en una Batalla por el Tiempo

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SoCal Socalm
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El Calendario como Arma: Cómo el Cierre de Washington se Convirtió en una Batalla por el Tiempo

Mientras el cierre del gobierno se acerca a una duración récord, la verdadera lucha no es por dinero, sino por quién controla el tiempo.

WASHINGTON — El lunes, el gobierno federal cumplió 34 días de cierre, a punto de romper el récord histórico. Sin embargo, a pesar de todo el ruido sobre el gasto, la verdadera contienda en Washington tiene poco que ver con presupuestos o partidas individuales. Es un tira y afloja por el tiempo mismo.

El presidente Trump se ha atrincherado, negándose a negociar con los demócratas del Senado. Mientras tanto, los demócratas han bloqueado repetidamente el proyecto de ley de financiación de la Cámara de Representantes —14 veces, de hecho—, cada votación quedándose corta de la marca de 60 votos necesaria para romper un filibusterismo. Exigen una extensión de los subsidios mejorados de la Ley de Atención Médica Asequible (Affordable Care Act) que expiran a fin de año y que cubren a más de 20 millones de estadounidenses. Trump califica su postura de «chantaje» e insiste en que el gobierno debe reabrirse primero.

Pero detrás de la postura pública se esconde una verdad más silenciosa e inquietante. Inversores y analistas han empezado a ver lo que los políticos no admitirán: los cierres ya no se tratan de política. Se han convertido en herramientas que desplazan el poder —no solo de un partido a otro, sino de los legisladores al calendario que marca el tiempo y que ahora dicta cada movimiento de Washington.


El Verdadero Campo de Batalla

«Esta lucha no es por el gasto», decía una nota que circulaba entre las mesas de operaciones de Wall Street. «Es una batalla sobre quién puede esperar más tiempo y forzar al otro lado al rincón del calendario.»

Esos «rincones» se acumulan rápidamente. A partir del 1 de noviembre, los beneficios de SNAP para 42 millones de estadounidenses podrían sufrir retrasos. La inscripción abierta para la Ley de Atención Médica Asequible ha comenzado sin una guía clara sobre los subsidios. Las agencias de datos federales se han oscurecido, dejando a la Reserva Federal volando a ciegas sin cifras frescas. Cada día adicional no solo quema dinero —aproximadamente 15 mil millones de dólares en PIB perdido por semana—, sino que reescribe los términos de cualquier posible acuerdo.

Los mercados lo han notado. En lugar de centrarse en el panorama económico general, los inversores ahora rastrean cada pequeña interrupción que se propaga por el sistema. Las subastas del Tesoro se están volviendo inestables a medida que los calendarios de pagos se desdibujan. La volatilidad del mercado está aumentando porque la Fed no puede interpretar lo que no ve. Los contratistas federales —desde empresas tecnológicas hasta servicios de limpieza— están sintiendo la presión ahora y esperan una avalancha de pagos retrasados más adelante.

Para los operadores, este caos crea lo que ellos llaman «oportunidades de secuencia». No apuestan sobre si el gobierno reabrirá, sino sobre cuándo y cómo. Los bonos del Tesoro bajan de valor durante la incertidumbre y luego se recuperan cuando las cosas se estabilizan. Las acciones vinculadas a contratos federales caen durante el cierre, solo para repuntar semanas después a medida que los fondos atrasados finalmente se mueven.

«A los mercados no les importa la ideología», dijo un analista sin rodeos. «Les importa el riesgo temporal: datos perdidos, cheques retrasados, calendarios rotos.»

Aún más alarmante, los llamamientos de Trump para eliminar por completo el filibusterismo del Senado han convertido lo que se conoce como «riesgo normativo» en una seria preocupación para el mercado. Si la regla de los 60 votos desaparece, las futuras políticas podrían oscilar salvajemente con cada elección. Los senadores del Partido Republicano (GOP) pueden resistirse ahora, pero la mera amenaza es suficiente para inquietar a los inversores y reformular cómo valoran la estabilidad legislativa.


Los Actores y sus Jugadas

La jugada de Trump es clara: mantenerse firme, movilizar a su base y pintar a los demócratas como los que bloquean el progreso. Es una estrategia familiar, pero la historia no le favorece. En el cierre de 2018-19, el 54% de los votantes culpó a los republicanos.

Los republicanos del Senado, por otro lado, caminan por la cuerda floja. Saben que el filibusterismo los protege cuando están fuera del poder, pero están bajo presión de su propio presidente para destruirlo en busca de una victoria a corto plazo.

Los demócratas apuestan por la simpatía pública. Destacan los costos tangibles: veteranos esperando beneficios, familias sin asistencia alimentaria, parques nacionales cerrados, controles de seguridad alimentaria suspendidos. Cada día sin pagos de SNAP acumula peso político sobre los senadores moderados de estados indecisos que no pueden permitirse la imagen de la inacción.


Lecciones del Pasado

Cuando el gobierno cerró durante 35 días en 2018-19, la Oficina de Presupuesto del Congreso cifró el costo total en 11 mil millones de dólares en producción económica perdida —3 mil millones de eso perdidos permanentemente. El sufrimiento no terminó cuando las puertas se reabrieron. Los retrasos de los contratistas, la caída en la confianza del consumidor y el papeleo acumulado persistieron durante meses.

Esta vez, los analistas estiman que hay un 70% de posibilidades de un acuerdo temporal justo después de las elecciones del 5 de noviembre —en algún momento entre el 7 y el 10 de noviembre. Las razones son prácticas: las presiones de SNAP y el caos en la inscripción al ACA no pueden esperar para siempre. Los discursos políticos no cambiarán esa ecuación.

¿El resultado probable? Una solución a corto plazo. Se espera una solución de financiación que dure hasta mediados de diciembre, posponiendo la lucha lo suficiente como para que se repita más tarde. Pero el problema de fondo va más allá de este cierre. Un estratega de mercado lo resumió a la perfección: «Los cierres son la nueva normalidad: rituales anuales en lugar de excepciones.»


La verdadera pregunta no es si la disfunción de Washington le cuesta dinero a la nación —claramente lo hace. La pregunta es más simple, y quizás más aterradora: ¿alguien todavía gobierna el barco, o el calendario ha tomado el timón?

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