
Suiza Suspende Programas de Investigación para Jóvenes Científicos Después de que Votantes Aprueben Aumento de Pensiones
El freno de la deuda de Suiza ahoga su futuro: la investigación sacrificada por las pensiones
Los costos del envejecimiento y las rígidas normas fiscales están obligando al país a recortar la misma investigación que impulsó su prosperidad.
En septiembre, los investigadores suizos abrieron un correo electrónico que parecía una sentencia de muerte. El Fondo Nacional Suizo de la Ciencia (SNSF) anunció que Spark, el programa que apoya ideas arriesgadas de jóvenes científicos, se congelaría hasta al menos 2027. SPIRIT, diseñado para colaboraciones internacionales, permanecería suspendido hasta 2028. Ni siquiera las asociaciones europeas se salvaron: sus presupuestos se reducirían en un cuarto.
El mensaje no podría haber sido más claro: Suiza, alguna vez celebrada por construir una economía de la innovación basada en la investigación audaz, ahora estaba recortando los programas que lo hicieron posible.
Durante los próximos cuatro años, el SNSF se enfrenta a recortes de 270 millones de francos. Esa cifra no es solo una línea en una hoja de cálculo. Significa que 500 proyectos, quizás más, nunca verán la luz. La fundación lo llama lo que es: un "debilitamiento masivo" del músculo científico de Suiza.
Austeridad en cifras
Las raíces de esta crisis residen en simples matemáticas. En marzo de 2024, los votantes aprobaron una pensión mensual adicional para los jubilados. Eso añade de 4 a 5 mil millones de francos a la factura del Estado cada año. Al mismo tiempo, la presión demográfica sigue aumentando: menos trabajadores, más jubilados, mayor esperanza de vida.
Para equilibrar las cuentas, el gobierno lanzó el "paquete de medidas de alivio 27", un plan para eliminar déficits que se espera superen los 4 mil millones de francos para 2029. Aquí es donde entra en juego el freno de la deuda constitucional. Desde 2001, ha obligado a tener presupuestos equilibrados a lo largo del ciclo económico. Sin margen de maniobra, sin contabilidad creativa. Cuando los costos aumentan, algo más debe reducirse.
La sanidad y las pensiones son intocables; demasiados votantes dependen de ellas. La investigación, por el contrario, financia futuras curas e invenciones, no las necesidades actuales. Políticamente, es el recorte más fácil.
Para 2029, el Consejo Federal espera que los déficits se disparen por encima de los 4 mil millones de francos. Para tapar el agujero, los funcionarios han alineado entre 50 y 60 medidas, recortando de 2.4 a 3.1 mil millones de francos anualmente. La investigación es una de las bajas.
Programas en la mira de los recortes
La lista de programas suspendidos parece un obituario para la ciencia suiza. Spark ha desaparecido por ahora, junto con las asociaciones globales de SPIRIT. Las redes de implementación no sobrevivirán más allá de las pruebas piloto. ¿Proyectos COST liderados por investigadores suizos? No habrá nuevas convocatorias.
Incluso las becas de carrera, antes una red de seguridad para científicos ambiciosos, se están reduciendo. Ambizione, el salvavidas para los jóvenes investigadores, ahora ofrece menos financiación y ha eliminado fondos para puestos de doctorado y postdoctorado. Imaginen pedirle a alguien que construya un rascacielos con la mitad de los ladrillos; es ese tipo de asfixia.
Los proyectos en curso sobreviven, al menos, pero el flujo futuro se está agotando.
Un cruel giro del destino
Los recortes duelen aún más porque Suiza acaba de recuperar el acceso a Horizonte Europa. A partir de 2025, los científicos suizos podrán solicitar de nuevo subvenciones de la UE y unirse a redes europeas. En teoría, es un triunfo. En la práctica, es una victoria vacía.
Sin cofinanciación nacional, muchos investigadores no podrán utilizar realmente las subvenciones que puedan obtener. Es como abrir la puerta a un festín, pero olvidarse el plato.
La comunidad científica se opone
El SNSF, normalmente cauto en los debates públicos, ha dado la voz de alarma en términos inusualmente contundentes. Sus líderes advierten de la pérdida de empleos en todos los cantones, la fuga de talentos del país y una erosión de la competitividad de Suiza. Las universidades y asociaciones profesionales se hacen eco de la misma preocupación: el aumento de las matrículas o las "ganancias de eficiencia" no pueden llenar el vacío. Cuando se recorta la investigación, simplemente se investiga menos.
La industria también está nerviosa. Gigantes farmacéuticos como Novartis y Roche dependen de un flujo constante de ciencia básica proveniente de las universidades. Sin eso, el flujo de descubrimientos —y de científicos cualificados para impulsarlos— se agota.
Quedarse atrás en una carrera global
El momento no podría ser peor. Países de Europa y Asia están invirtiendo grandes sumas de dinero en ciencia, compitiendo por atraer a las mentes más brillantes. Suiza, que una vez fue un peso pesado en este ámbito, se está retirando del cuadrilátero.
Obtener subvenciones del Consejo Europeo de Investigación requiere una sólida infraestructura nacional, una reserva de talento capacitado y la libertad de perseguir ideas arriesgadas. Esos son precisamente los ingredientes que ahora se están eliminando.
La economía no cuadra
Recortar la investigación puede parecer prudencia fiscal, pero es pan para hoy y hambre para mañana. Los estudios demuestran que el gasto gubernamental en ciencia básica se amortiza con creces, generando retornos sociales del 200% al 700%. En términos sencillos, la investigación es una de las mejores inversiones que un país puede hacer.
Suiza lo sabe mejor que nadie. Con pocos recursos naturales, construyó industrias globales —farmacéutica, instrumentos de precisión, tecnología digital— basándose en el poder del intelecto. Esos cimientos provienen de la inversión pública en ciencia. Ahora, al retirar la financiación, el país corre el riesgo de socavar el mismo modelo que lo hizo rico.
La política del envejecimiento
En última instancia, esta crisis refleja el punto ciego de la democracia. En el referéndum de 2024, los votantes exigieron pensiones más generosas, pero rechazaron categóricamente aumentar la edad de jubilación. Quisieron los beneficios ahora y dejaron los costos del mañana para que otros los gestionaran.
Los votantes de mayor edad, que acuden a las urnas de forma fiable, impulsaron la medida hasta el final. Los jóvenes investigadores, que pagarán el precio en oportunidades perdidas, tuvieron poco que decir. El resultado: el consumo inmediato prima sobre la inversión a largo plazo.
Una norma que ya no encaja
El freno de la deuda sirvió bien a Suiza a principios de los años 2000, manteniendo la deuda baja y las calificaciones crediticias altas. Pero lo que funcionó entonces ahora crea compensaciones imposibles. A medida que la sanidad y las pensiones consumen mayores porciones del presupuesto, el freno de la deuda obliga a los gobiernos a recortar áreas como la investigación, la educación y la infraestructura.
Una vez concedidos, los nuevos beneficios —como el 13º pago de la pensión— son políticamente irreversibles. Eso significa que el hacha sigue cayendo sobre el futuro.
Lo que está en juego
El SNSF estima que al menos 500 proyectos nunca se llevarán a cabo. Cada uno representa ideas inexploradas, carreras estancadas, colaboraciones abandonadas. Estas pérdidas no se reflejarán en el PIB del próximo año, pero se sentirán durante décadas.
La encrucijada de Suiza es cruda. Puede redoblar su apoyo a los jubilados hoy y aceptar que su papel como líder mundial en innovación se desvanecerá. O puede reconocer la dura verdad: la prosperidad del mañana depende de los sacrificios de hoy.
En el fondo, la pregunta es si la democracia suiza puede equilibrar las necesidades del presente con las demandas del futuro. Por ahora, el futuro está perdiendo.