Pradera de Silicio: ¿Puede un Gigante de Gasoductos Impulsar las Ambiciones de IA de Meta en Alberta?

Por
Anup S
6 min de lectura

Pradera de Silicio: ¿Puede un gigante de oleoductos ayudar a impulsar las ambiciones de IA de Meta en Alberta?

Un rumoreado acuerdo para un centro de datos podría convertir el centro energético de Alberta en un improbable campo de batalla para la IA, planteando preguntas sobre si el gas natural puede seguir el ritmo tanto de la demanda como del escrutinio ambiental.


EDMONTON, Alberta — Conduce hacia el noreste de la ciudad y la pradera se abre en un laberinto de chimeneas, refinerías y gasoductos que se extienden por el horizonte. Aquí, en el corazón industrial de Alberta, se está gestando un acuerdo que podría remodelar la carrera global para alimentar la inteligencia artificial.

Según los informes, Pembina Pipeline Corporation —conocida desde hace mucho tiempo por transportar petróleo y gas, no por alimentar superordenadores— está en conversaciones con Meta Platforms para construir un enorme centro de datos de IA. La historia apareció por primera vez en The Logic, que citó a tres personas cercanas al asunto. Si el acuerdo se concreta, no será solo una operación inmobiliaria más. Marcaría un nuevo matrimonio entre los combustibles fósiles y la infraestructura digital, con energía suministrada por plantas de gas desarrolladas por Kineticor.

Ninguna de las compañías ha confirmado los informes, pero el mercado claramente tomó nota. Las acciones de Pembina, que cotizan en EE. UU., subieron más del 6% el viernes, rompiendo semanas de estancamiento. Los volúmenes de negociación duplicaron su ritmo normal, una señal de que los inversores ven más que humo en esta historia.

Pembina (licdn.com)
Pembina (licdn.com)


Por qué este acuerdo podría cambiar el juego

Pembina y Kineticor sentaron las bases a principios de este año con su empresa conjunta, Greenlight Electricity Centre. Su plan es audaz: hasta 1.8 gigavatios de generación de gas natural, junto con terrenos zonificados para centros de datos de la misma escala. Piense en ello como una planta de energía y una granja de servidores construidas una al lado de la otra, con la infraestructura existente del gigante de los gasoductos —el Alliance Pipeline— justo al lado.

Es un modelo diseñado para el actual panorama energético con cuellos de botella. En toda Norteamérica, las empresas de servicios públicos luchan por satisfacer la creciente demanda de electricidad de la IA. El operador de la red de Alberta, AESO, ya ha recibido solicitudes de centros de datos por valor de 16 gigavatios, pero ha limitado las nuevas conexiones a la red a solo 1.2 gigavatios hasta 2028.

Por eso destacan los proyectos autoabastecidos como Greenlight. Al generar su propia electricidad, evitan por completo las colas de la red. Como dijo un analista: "Si controlas la planta de energía, controlas el tiempo de actividad. Y en la IA, el tiempo de inactividad simplemente no es una opción".

Cada fase de Greenlight está planeada en aproximadamente 450 megavatios, utilizando turbinas de gas que arrancan rápidamente y operan con alta fiabilidad. La captura de carbono es técnicamente posible en el sitio, y con los nuevos créditos fiscales de Canadá, la economía podría funcionar. Pero la pregunta sigue siendo: ¿encajará cómodamente la IA alimentada por gas con las promesas climáticas de Silicon Valley?


Alberta quiere el negocio, pero con reservas

Alberta tiene grandes ambiciones. La provincia se ha posicionado como un futuro centro de datos, con el objetivo de atraer 100 mil millones de dólares en inversión para 2030. La energía barata, el terreno industrial abierto y disponible, y una fuerza laboral experimentada en el sector energético son sus puntos fuertes.

Sin embargo, el gobierno ha planteado la idea de un gravamen —o "impuesto a los servidores"— para las grandes instalaciones de IA que se conectan a la red. Los funcionarios argumentan que es justo que los centros de datos que consumen mucha energía contribuyan a mantener el sistema y a proteger a los usuarios residenciales de la escasez.

Esa tensión crea tanto riesgo como oportunidad. Un proyecto como Greenlight, que en gran medida genera su propia energía, podría escapar de dicho gravamen o al menos suavizar su impacto. Si se añaden controles de emisiones, los reguladores podrían verlo aún más favorablemente.

Pero la imagen importa. Meta, como otros gigantes tecnológicos, ha prometido una profunda descarbonización mientras simultáneamente invierte miles de millones en IA. Su pronóstico de gasto de capital para 2025 —hasta 72 mil millones de dólares— subraya la escala de la construcción. Combinar eso con energía de gas, con o sin captura de carbono, atraerá el escrutinio de los defensores del clima.


El dinero detrás del acuerdo

Para Pembina, la lógica es sencilla. La compañía históricamente ha obtenido peajes estables por el transporte de petróleo y gas. Un acuerdo a largo plazo con Meta transformaría ese modelo en ingresos contractuales, similares a los de servicios públicos: predecibles, recurrentes y atractivos para los inversores.

Los analistas estiman que un Greenlight completamente construido podría generar entre 50 y 80 millones de dólares canadienses al año en EBITDA para la participación de Pembina. Ese tipo de flujo de caja podría aumentar su valoración hasta en mil millones de dólares con el tiempo. Más importante aún, el éxito con Meta le daría a Pembina la credibilidad para buscar acuerdos similares con otros hiperescaladores que compiten por encontrar sitios con energía segura.

Un estratega lo describió como "una cabeza de playa", añadiendo que la demanda de campus de datos es tan intensa que empresas como Meta están dispuestas a moverse donde sea que la energía sea fiable.


Los obstáculos por delante

Dejando a un lado la emoción, convertir esto en realidad no será fácil. Greenlight ha alcanzado la Etapa 3 en el proceso de interconexión a la red de Alberta, con el objetivo de comenzar en 2027. Pero quedan grandes obstáculos:

  • Asegurar turbinas y equipos de construcción.
  • Asegurar la financiación en medio del escepticismo de los prestamistas sobre los proyectos de combustibles fósiles.
  • Navegar los permisos para sistemas de refrigeración que pueden requerir recursos hídricos significativos.

El agua, de hecho, puede ser el desafío latente. Los inviernos de Alberta son gélidos, pero los veranos son calurosos, y los servidores de IA densamente empaquetados desprenden un calor enorme. Refrigerar esos racks podría requerir una infraestructura importante, lo que significa aprobaciones ambientales, costos adicionales y posibles retrasos.

La financiación es otro rompecabezas. Los bancos se han vuelto cautelosos a la hora de prestar a proyectos de gas sin rutas claras de descarbonización. Pembina y Kineticor probablemente se apoyarán en incentivos federales para la captura de carbono, junto con las regulaciones de emisiones de Alberta, para que las cuentas cuadren.


Lo que significa para los inversores

Si se confirma el acuerdo con Meta, envía un mensaje claro: las empresas de infraestructura energética pueden girar hacia la infraestructura digital a medida que las dos industrias convergen. Alberta, a menudo vista como un baluarte de combustibles fósiles, podría convertirse en un nuevo imán para la IA.

Aun así, los inversores deben observar varias piezas en movimiento: anuncios formales del acuerdo, fallos regulatorios sobre proyectos autoabastecidos y la decisión final de la provincia sobre su impuesto a los servidores. Los precios volátiles del gas natural también podrían afectar los márgenes.

Por ahora, la oportunidad es real pero frágil. Los activos de energía contratados vinculados a clientes de primera línea podrían proporcionar rendimientos estables y protegidos contra la inflación. Sin embargo, el riesgo de ejecución es considerable, y los cambios de política podrían inclinar la balanza rápidamente.


Al cierre de la negociación del viernes, una verdad se hizo difícil de ignorar: la carrera armamentista de la IA ya no se trata solo de chips y algoritmos. Se trata de dónde viene la electricidad y quién la controla. En las llanuras de Alberta, una compañía de gasoductos y un gigante de las redes sociales pronto podrían poner a prueba si los combustibles fósiles aún pueden alimentar el futuro digital sin incumplir las promesas sobre el clima.

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