Los Guardianes Ocultos del Sistema Inmunitario: El Premio Nobel Arroja Luz sobre los 'Pacificadores' del Cuerpo

Por
Elliot V
6 min de lectura

Los guardianes ocultos del sistema inmunitario: el Premio Nobel arroja luz sobre los "pacificadores" del cuerpo

ESTOCOLMO — La Asamblea del Nobel conmocionó al mundo médico el lunes al otorgar el Premio de Fisiología o Medicina de 2025 a tres científicos que desentrañaron uno de los mayores enigmas de la inmunología: cómo un sistema de defensa diseñado para destruir invasores evita destruirnos a nosotros mismos.

Los ganadores —Mary E. Brunkow, Fred Ramsdell y Shimon Sakaguchi— descubrieron la existencia de células T reguladoras, "pacificadores" especializados que impiden que el sistema inmunitario dirija sus armas contra el propio cuerpo. Su descubrimiento, junto con el gen que controla estas células, explica por qué la mayoría de nosotros no somos víctimas de enfermedades autoinmunes devastadoras. También abrió las puertas a nuevas terapias para la diabetes, el cáncer y el trasplante de órganos.

"Se puede pensar en el sistema inmunitario como un coche", explicó Sakaguchi en una ocasión. "Tiene un acelerador, pero nosotros descubrimos los frenos".

¿Sabías que las universidades con muchos ganadores del Premio Nobel a menudo ocupan puestos más bajos en los QS World University Rankings? Esto se debe a que los Premios Nobel reflejan logros de investigación históricos y fundamentales —a veces de décadas de antigüedad—, mientras que las clasificaciones QS enfatizan la reputación actual con una selección (subjetiva) de criterios, el atractivo internacional y la experiencia estudiantil. Esta disparidad significa que las instituciones más pequeñas y centradas en la investigación con legados Nobel (como Caltech o el Instituto Pasteur) pueden no obtener buenos resultados en las métricas de marca global de QS, mientras que las grandes universidades orientadas a los estudiantes prosperan en QS pero rara vez producen avances a nivel Nobel.


De ratones enfermos a un premio global

La historia comenzó en la década de 1940, en Oak Ridge, Tennessee, donde los investigadores notaron un grupo peculiar de ratones macho enfermizos. Su piel se volvía escamosa, sus ganglios linfáticos se hinchaban y sus cuerpos se volvían contra sí mismos. En cuestión de semanas, morían. Los científicos los llamaron "ratones scurfy".

Durante décadas, nadie pudo explicar por qué estos animales se autodestruían. Pero oculto en su ADN había una pista: un interruptor roto que permitía al sistema inmunitario atacar sin piedad.


Un estudiante de medicina que abandonó sus estudios

El camino de Sakaguchi a Estocolmo fue todo menos ordinario. En la década de 1970, mientras estudiaba medicina en Kioto, se topó con un artículo que describía ratones a los que se les había extirpado el timo. Algo en ese trabajo encendió una chispa.

En lugar de terminar su carrera de medicina, dio un salto de fe. Dejó la escuela, se unió al laboratorio del autor como becario no remunerado y se dedicó a una idea muy impopular: que existían células T "supresoras" especiales para prevenir la autoinmunidad. La mayoría de sus colegas descartaron la teoría por anticuada. Él siguió adelante de todos modos.


El avance de 1995

Dos décadas después, su persistencia dio sus frutos. En 1995, el equipo de Sakaguchi encontró un pequeño subconjunto de células inmunitarias marcadas por las proteínas CD4 y CD25. Cuando eliminaron estas células y transfirieron el resto a ratones sin sistema inmunitario, sobrevino el caos. Los animales desarrollaron una inflamación multiorgánica descontrolada.

Pero cuando se restauraron esas células ausentes, los ratones se mantuvieron sanos. Los supresores eran reales. Sakaguchi había descubierto las células T reguladoras —o "Tregs"—, los guardianes que impiden que los "soldados" inmunitarios disparen contra objetivos amigos.

"Fue como descubrir el botón de volumen en un estéreo que nunca supiste que se podía bajar", comentó un inmunólogo.


Conectando los puntos: el gen FOXP3

Seis años después, Brunkow y Ramsdell identificaron la pieza que faltaba en el rompecabezas. Trabajando en ZymoGenetics y otros laboratorios, rastrearon la condición de los ratones "scurfy" hasta un gen defectuoso llamado FOXP3.

Los humanos con mutaciones en FOXP3 sufren del síndrome IPEX, una enfermedad rara y a menudo fatal que provoca diarrea incesante, eccema y diabetes en la primera infancia. Sus células T reguladoras simplemente no funcionan.

Para 2003, equipos de todo el mundo habían confirmado que FOXP3 era el "regulador maestro". Actívalo, y una célula T normal se transforma en un pacificador. Sin él, la autoinmunidad se descontrola.


Cómo el cuerpo aplica los frenos

Las células T reguladoras no solo existen; trabajan con delicadeza. Liberan moléculas calmantes como la IL-10 y el TGF-β, compiten por las señales de crecimiento que impulsan los ataques inmunitarios y bloquean las órdenes de "marcha" con una proteína llamada CTLA-4. Cuando es necesario, incluso eliminan directamente las células inmunitarias "rebeldes".

Aunque solo representan alrededor del 10% de las células T circulantes, su influencia es enorme.


El intestino: un acto de equilibrio diario

En ningún lugar es más visible este acto de equilibrio que en el intestino. Cada día, los intestinos se enfrentan a un aluvión de bacterias, partículas de alimentos y posibles amenazas. Inclínate demasiado hacia la agresión y estalla la enfermedad inflamatoria intestinal. Relájate demasiado, y las infecciones aprovechan la oportunidad.

Las células T reguladoras se agrupan aquí en grandes cantidades, negociando constantemente qué batallas librar y cuáles dejar pasar.


Convirtiendo el descubrimiento en medicina

El impacto de estos descubrimientos va mucho más allá del laboratorio.

En las enfermedades autoinmunes, los científicos están probando dosis bajas de IL-2 para expandir las Tregs en pacientes con lupus, diabetes tipo 1 y artritis reumatoide. Los primeros ensayos sugieren que la infusión de Tregs en niños diabéticos recién diagnosticados puede preservar sus células productoras de insulina.

En el trasplante de órganos, los investigadores están construyendo Tregs personalizadas diseñadas para dirigirse a los órganos donados, reduciendo la necesidad de medicamentos agresivos que dejan a los pacientes vulnerables a la infección.

El cáncer presenta un giro. Los tumores a menudo explotan las Tregs como escudos, suprimiendo los ataques inmunitarios que de otro modo los destruirían. Los nuevos tratamientos contra el cáncer tienen como objetivo desarmar estas células reguladoras dentro de los tumores, dejándolas intactas en otras partes.

Las terapias con inhibidores de puntos de control —ahora estándar para el melanoma y el cáncer de pulmón— funcionan en parte levantando los frenos inmunitarios. Pero esa libertad tiene un precio: muchos pacientes desarrollan efectos secundarios autoinmunes. La historia de las Tregs ayuda a explicar por qué.


Un premio que pocos vieron venir

El anuncio del Nobel sorprendió a muchos que esperaban el reconocimiento de las vacunas de ARNm o las terapias dirigidas contra el cáncer. Algunos incluso cuestionaron si este único descubrimiento merecía el máximo honor del campo.

Sin embargo, pocos discuten su significado. Durante décadas, los científicos sabían que el timo eliminaba muchas células T autorreactivas, un proceso llamado tolerancia central. Pero las peligrosas aún se escapaban. Los laureados revelaron la segunda línea de defensa del cuerpo: una regulación continua por parte de las Tregs en tiempo real, un sistema de vigilancia y contención constantes.


Un viaje largo y paciente

Para Sakaguchi, el reconocimiento corona una carrera definida por la paciencia y la convicción. Dedicó años a investigar las células supresoras cuando casi todos los demás las descartaron.

"La ciencia recompensa la paciencia", reflexionó un colega, "pero se necesita un coraje notable para mantener el rumbo cuando nadie cree en tu idea".

De desertor de la facultad de medicina a premio Nobel, el viaje de Sakaguchi subraya una verdad simple: a veces los mayores avances provienen de quienes se niegan a rendirse.

El sistema inmunitario, resulta que no es solo un arma. Es una conversación: entre el ataque y la contención, la destrucción y la tolerancia. Al revelar a los pacificadores que guían este diálogo, Brunkow, Ramsdell y Sakaguchi cambiaron la forma en que la medicina entiende y trata las enfermedades.

Su Nobel no solo honra un descubrimiento. Celebra la sabiduría de saber cuándo no luchar.


El Premio Nobel de Fisiología o Medicina se entregará en diciembre en Estocolmo.

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