El Gobierno francés de 26 días: Cómo la parálisis se convirtió en la crisis política más costosa de Europa

Por
Yves Tussaud
7 min de lectura

El Gobierno francés de 26 días: Cómo la parálisis se convirtió en la crisis política más costosa de Europa

París tropieza con otro mandato fallido mientras los inversores anticipan el colapso del poder ejecutivo

PARÍS — El lunes por la mañana, Sébastien Lecornu entró en el Palacio del Elíseo como primer ministro de Francia. Apenas una hora después, salió sin empleo. Tras solo 26 días en el cargo, Lecornu dimitió, convirtiendo su mandato en uno de los más breves de los 67 años de historia de la Quinta República.

Su caída no se debió a un escándalo o a incompetencia. Fue una cuestión de déjà vu. El gabinete que presentó era casi idéntico al anterior, y los líderes de la oposición juraron inmediatamente que lo derribarían. Francia, ya en terreno inestable, se encuentra ahora en un territorio desconocido: sin un primer ministro que pueda gobernar, sin un presupuesto que pueda aprobarse y sin una solución política a la vista.

Lecornu lo admitió al presidente Emmanuel Macron, diciendo simplemente: "No se cumplen las condiciones". Los mercados financieros ya habían llegado a esa conclusión.

Sébastien Lecornu (wikimedia.org)
Sébastien Lecornu (wikimedia.org)


Un Gobierno a toda velocidad

Francia está cambiando de primeros ministros a una velocidad que haría sonrojar incluso a las famosamente inestables coaliciones de Italia. Pero hay una diferencia crucial. Roma tiene décadas de práctica en la formación de coaliciones; París no. El sistema francés fue diseñado para un presidente fuerte respaldado por una mayoría leal en el parlamento. Una vez que esa mayoría se evapora, la máquina se atasca como un motor sin aceite.

Los números son brutales. La alianza centrista de Macron apenas cuenta con un tercio de la Asamblea Nacional. El resto se divide entre el bloque de extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon y el movimiento de extrema derecha de Marine Le Pen. Se desprecian mutuamente, pero están de acuerdo en una cosa: bloquear a Macron. Esto deja cada ley pendiendo de un hilo.

El predecesor de Lecornu, de corta duración, no duró mucho más, y el anterior a él también fracasó. Lo que está surgiendo no es solo una turbulencia política, sino un vaciamiento de la propia presidencia. Lo que antes era el centro neurálgico de la política francesa, el Elíseo, empieza a parecerse más a un cargo ceremonial.


El Gabinete que nadie quería

Lecornu selló su destino cuando reveló su equipo ministerial. Las mismas caras de siempre, las mismas carteras, el mismo programa centrista. Para la izquierda, ignoraba los llamamientos a una acción climática más fuerte y a un mayor gasto social. Para la derecha, eludía las exigencias de controles migratorios más estrictos y nacionalismo económico. Al final, no satisfizo a nadie.

Esta medida reforzó las críticas que han acosado a Macron desde su reelección: que no se ha adaptado a la nueva realidad política de Francia. La votación parlamentaria de 2022 no solo le negó una mayoría, sino que rechazó todo su proyecto centrista. Sin embargo, Macron ha seguido actuando como si la aritmética fuera un golpe de mala suerte temporal, en lugar de un cambio estructural.

Lecornu empeoró las cosas al prometer no invocar el Artículo 49.3, la herramienta constitucional que permite a un gobierno aprobar proyectos de ley por la fuerza en el parlamento. Esa promesa, destinada a mostrar respeto por la democracia, le robó su último as en la manga. Los líderes de la oposición se dieron cuenta de que lo único que tenían que hacer era esperar a que se desgastara.


Cuando la política cuesta tiempo

Los mercados vieron la dimisión como prueba de algo más profundo: Francia ha perdido su capacidad de tomar decisiones. Los inversores hablan ahora del "tiempo político" –el lapso entre la identificación de un problema y su solución. En Francia, ese lapso empieza a parecer infinito.

Tomemos el presupuesto de 2026. Bruselas quiere que Francia recorte su déficit, lo que significa o subir impuestos o reducir el gasto. Ambos requieren la aprobación del parlamento. Sin mayoría a la vista, la aprobación es imposible. Gobernar por decreto sigue siendo una opción, pero conlleva riesgos de impugnaciones judiciales y protestas airadas en las calles.

Los operadores de bonos ya han reaccionado. El diferencial entre los bonos del gobierno francés y los "bunds" alemanes, considerados ultraseguros, se ha ampliado, lo que indica un mayor riesgo. Los analistas advierten que, hasta que Francia demuestre que puede aprobar un presupuesto de manera normal, los inversores exigirán más para prestar dinero a París.


El desaire del mercado

Los efectos dominó van más allá de los bonos. Los bancos se enfrentan a vientos en contra por la ralentización de la actividad. Los minoristas y las empresas de construcción ven cómo la confianza del consumidor se estanca. Incluso las grandes empresas industriales tienen dificultades para sacar adelante acuerdos de adquisición porque los ministerios no pueden comprometerse con contratos a largo plazo.

Los analistas bursátiles están reduciendo la exposición a las acciones francesas, especialmente en sectores cíclicos como la construcción y el comercio minorista, y se están decantando por inversiones más seguras menos ligadas a la política interna. El índice CAC 40 ya se ha quedado rezagado con respecto a sus homólogos europeos, y los operadores esperan más volatilidad cada vez que se derrumba otro gobierno.

El propio euro a menudo se convierte en un saco de boxeo durante el estancamiento francés, debilitándose a medida que los inversores cuestionan la cohesión de la eurozona. Los operadores de opciones, leyendo las señales políticas, se preparan para fuertes oscilaciones en los activos franceses.


Ganadores en el naufragio

Irónicamente, los mismos partidos que bloquean gobierno tras gobierno están cosechando las recompensas políticas. Cada mandato fallido refuerza la narrativa de que el modelo centrista de Macron ha llegado a su fin. Le Pen, en particular, se posiciona como la única alternativa real si Francia vuelve a las urnas.

A nivel de la UE, las consecuencias son igualmente claras. Una Francia distraída no puede establecer la agenda en política industrial, defensa o normas fiscales. Esto deja a Alemania y a la Comisión Europea con más margen de maniobra. Otras capitales ya han empezado a recalibrar sus alianzas.


¿Qué viene ahora?

Los analistas ven tres posibles caminos a seguir. La opción más probable es un gobierno tecnocrático interino, alguien competente, pero políticamente inofensivo. Eso calmaría los mercados a corto plazo, pero no solucionaría la parálisis subyacente. Cabe esperar pequeños repuntes, seguidos de nuevas minicrisis.

Una segunda opción son las elecciones anticipadas. Si los diferenciales de los bonos se amplían aún más y las agencias de calificación empiezan a amenazar con tomar medidas, Macron podría arriesgarse. Es arriesgado –Le Pen podría repuntar con fuerza–, pero al menos las elecciones aportarían claridad. Los mercados podrían tambalearse antes de la votación, para luego dar un suspiro de alivio si surge alguna coalición estable.

El resultado menos probable es un verdadero pacto multipartidista. Si ese milagro ocurriera, los inversores que apostaron por un caos prolongado se apresurarían a deshacer sus posiciones, lo que desencadenaría un fuerte repunte de los activos franceses. Algunos operadores mantienen pequeñas apuestas en este escenario, por si acaso.


Las señales a observar

Para quienes sigan de cerca la situación, unos pocos indicadores son los más importantes. La demanda en las subastas de bonos indica si los inversores siguen cómodos financiando la deuda francesa. El aumento de los diferenciales frente a los "bunds" alemanes eleva las probabilidades de elecciones anticipadas. Votos de censura coordinados tanto de la izquierda como de la derecha mostrarían que buscan elecciones en lugar de negociaciones. Y si Macron pasa de la "continuidad" a la "formación de coaliciones", marcaría un cambio radical en la estrategia.


Una realidad aleccionadora

Los 26 días de Lecornu no fueron solo sobre él. Midieron cuánto dura ahora la autoridad ejecutiva en Francia. Midieron la paciencia de los inversores ante interminables reorganizaciones. Y midieron la rapidez con la que todo el sistema se derrumba sin la mayoría presidencial de la que depende.

Hasta que Francia demuestre que puede aprobar un presupuesto sin agotar primeros ministros como leña, los inversores seguirán siendo cautelosos. Por ahora, muchos gestores de fondos ven los activos franceses como eslabones débiles en las carteras europeas, infraponderándolos mientras se inclinan por apuestas más seguras y predecibles en Alemania y otros lugares.

Descargo de responsabilidad: Este artículo refleja las condiciones políticas y de mercado actuales, pero no constituye asesoramiento de inversión. Los resultados políticos siguen siendo muy inciertos. Consulte siempre a un asesor financiero cualificado antes de tomar decisiones financieras ligadas a riesgos geopolíticos.

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