La Ilusión de la Exportación - Cómo los Excedentes Comerciales Están Moldeando Silenciosamente la Salud Global y la Desigualdad

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SoCal Socalm
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La ilusión de la exportación: Cómo los superávits comerciales están moldeando silenciosamente la salud global y la desigualdad

I. La fábrica sin ventanas

En una zona industrial polvorienta a las afueras de Shenzhen, hay una fábrica donde las ventanas están selladas, no por seguridad, sino para mantener la eficiencia del sistema de refrigeración. Dentro, bajo luces blancas y estériles, los trabajadores cosen, sueldan y ensamblan, hora tras hora, produciendo los bienes que llenarán los estantes occidentales. Los turnos de diez horas son la norma. Se espera que hagan horas extras. Los descansos son escasos.

"No recuerdo la última vez que vi el sol durante un día de trabajo", dijo un trabajador a un representante de una ONG que los visitaba. "Comes, trabajas, duermes. Ese es el ciclo".

Esta escena no es rara. De hecho, es representativa. Detrás de las elegantes pantallas de los teléfonos inteligentes exportados y de los manifiestos de embarque de los semiconductores se esconde un viejo motor del desarrollo moderno: el superávit comercial. La máquina de exportación de China es legendaria, y ha sacado a cientos de millones de personas de la pobreza. Pero también ha afianzado una silenciosa dependencia global: de la mano de obra, del consumo y de un modelo de crecimiento que cada vez se parece más a una casa construida sobre arenas movedizas.

El debate en torno a los superávits comerciales suele ocupar las páginas de economía, dominado por balances y reservas de divisas. Pero, ¿y si la verdadera historia fuera de medicina, salud humana y estabilidad planetaria? ¿Y si la búsqueda de superávits, vista por los gobiernos como un camino hacia la soberanía, también estuviera produciendo algunas de las mismas crisis contra las que se suponía que debía proteger?

Superávit comercial (navi.com)
Superávit comercial (navi.com)


II. La lógica oculta del dominio de la exportación

¿Por qué los países persiguen los superávits comerciales? En teoría, la respuesta es sencilla: para ganar divisas. "Solo el dinero ganado a través de las exportaciones es dinero real", escribió un comentarista en Reddit. Las ventas nacionales reciclan la moneda dentro de las fronteras; las exportaciones traen dólares, euros y yenes, dinero en efectivo que se puede utilizar para comprar petróleo, alimentos, chips o medicamentos.

Esta lógica es especialmente importante para los países con recursos naturales limitados o monedas frágiles. Sin reservas de divisas, Sri Lanka se hundió en una caída económica libre en 2022, incapaz de importar combustible o bienes básicos. Para China, la lección fue clara: las exportaciones no solo financian la prosperidad, sino que compran resiliencia.

Pero aquí es donde la historia se complica. Los superávits comerciales requieren escala: una producción masiva e incesante dirigida a la demanda extranjera. Esa demanda está impulsada por el consumo global, que a su vez se basa en los ingresos disponibles, la aspiración de estilo de vida y, con frecuencia, la deuda.

En otras palabras, países como China o Vietnam exportan para alcanzar la estabilidad alimentando los apetitos de consumo de Estados Unidos y Europa. Mientras tanto, los costes humanos y ambientales de este modelo se acumulan silenciosamente en el origen.


III. El coste sanitario de la economía de superávit

Durante años, los economistas han rastreado cómo el crecimiento impulsado por las exportaciones reduce la pobreza. Se ha prestado menos atención a lo que hace a los cuerpos y las mentes de las personas dentro de la máquina.

En un estudio de 2019 publicado en The Lancet, los investigadores relacionaron las largas jornadas laborales en los centros de fabricación de Asia Oriental con el aumento de las tasas de hipertensión, depresión y trastornos del sueño. Estos no son daños aislados, sino que se extienden a través de familias y generaciones. Un investigador de salud laboral en Shanghai describió la fuerza laboral de una fábrica como "envejeciendo en sus treintas".

Y los efectos no se limitan a los trabajadores. A medida que los países persiguen la capacidad de exportación, a menudo restan importancia a los servicios destinados al bienestar nacional. "Cuando su estrategia nacional está orientada a la exportación, la infraestructura de salud nacional se convierte en una ocurrencia tardía", dijo un experto en política internacional. "Se invierte en puertos, no en atención primaria".

Irónicamente, los mismos superávits obtenidos de las exportaciones están destinados a salvaguardar la salud y el desarrollo nacionales, mediante el almacenamiento de reservas de divisas para emergencias, la compra de equipos médicos avanzados o la importación de vacunas. Sin embargo, los trabajadores que generan esos superávits son a menudo los que menos probabilidades tienen de beneficiarse de ellos.


IV. El espejismo de la escala

La industria, como muchos creen, es el "arma más poderosa del mundo". Y la hoja del arma es la escala. La lógica es la siguiente: cuanto más se produce, más barato resulta. Cuanto más barato resulta, más se exporta. Cuanto más se exporta, más divisas se ganan. Cuanto más divisas se ganan, más autosuficiente se vuelve uno.

Pero la escala también puede convertirse en una trampa.

A medida que las economías de exportación maduran, se enfrentan a rendimientos decrecientes. El consumo interno a menudo se queda atrás, los salarios se estancan y la degradación ambiental aumenta. Y, sin embargo, los sistemas políticos y económicos siguen anclados en el pensamiento de priorizar la producción.

Los intentos de cambiar el modelo, hacia el consumo interno, las industrias de servicios o la sostenibilidad ambiental, a menudo han tropezado. En China, los planes quinquenales 12 y 13 se comprometieron a "reequilibrar" el crecimiento hacia la demanda interna. Sin embargo, los volúmenes de exportación siguieron aumentando.

¿Por qué? Porque exportar no es solo económico, es geopolítico.


V. Moneda, poder y la política del superávit

En el corazón de la estrategia de superávit comercial se encuentra una ambición más profunda: la soberanía. Las reservas de divisas amortiguan contra la coerción económica. Permiten a los países pagar las importaciones esenciales, invertir en activos globales e influir en las instituciones internacionales.

Para las economías emergentes, tener un superávit comercial es como comprar un seguro contra los caprichos del orden global basado en el dólar. Es una protección contra las sanciones, la volatilidad o el aislamiento diplomático.

Pero esta estrategia conlleva contradicciones. A medida que los países acumulan reservas, a menudo las estacionan en bonos del Tesoro de EE. UU., financiando esencialmente los déficits de las mismas naciones de las que buscan la independencia.

Como señaló un analista: "Es la gran ironía de la globalización. China exporta bienes a los EE. UU., gana dólares y luego presta esos dólares de nuevo al gobierno de los EE. UU. Todos están atrapados en el bucle".

Este bucle sostiene un equilibrio frágil: bienes baratos para las naciones ricas, empleos y divisas para las naciones en desarrollo. Pero cuando llegan los choques (pandemias, guerras, desastres climáticos), la fragilidad del sistema queda expuesta.


VI. La prueba de estrés de la pandemia

COVID-19 fue la prueba de estrés definitiva para el modelo de exportación. A medida que el transporte marítimo mundial se detuvo y las fronteras se cerraron, los países con una fuerte dependencia de las exportaciones vieron cómo las fábricas se paralizaban. Durante meses, las cadenas de suministro se congelaron, exponiendo cuán dependiente se había vuelto el mundo de unos pocos centros de fabricación.

Al mismo tiempo, el consumo en Occidente se desplomó, y sin embargo, el mundo no se derrumbó. La contaminación disminuyó. La gente reevaluó sus necesidades. Algunos incluso argumentaron que una economía más lenta se sentía, paradójicamente, más saludable.

"Hubo esta claridad misteriosa", dijo un investigador de desarrollo global. "Por primera vez, la gente vio que no somos solo individuos, sino que formamos parte de un motor de producción-consumo. Y ese motor no funciona con el bienestar humano".

Fue un raro momento de reflexión global. Pero no duró.


VII. Cómo podrían ser las alternativas

Algunas voces han comenzado a cuestionar la premisa misma del crecimiento orientado al superávit. ¿Podríamos construir un modelo que valore el equilibrio por encima de las ganancias? ¿Que cambie la métrica del éxito del PIB al bienestar?

Algunos pensadores políticos proponen un "comercio justo" en lugar de un libre comercio: sistemas que recompensen la sostenibilidad ambiental y los derechos laborales, no solo la competitividad de los precios. Otros abogan por fondos de desarrollo soberanos que inviertan las ganancias comerciales en atención médica y educación, no solo en infraestructura.

Algunas economías más pequeñas, como Costa Rica o Bután, han experimentado con índices de bienestar. Pero el sistema global recompensa la escala, no la sutileza. Estos experimentos, aunque inspiradores, siguen siendo marginales.

El desafío no es la falta de imaginación. Es la inercia y el poder.


VIII. La contabilidad moral

A finales de la década de 1950, los EE. UU. tenían enormes superávits comerciales mientras que China luchaba con déficits. Hoy, los papeles se han invertido. Pero las preguntas morales siguen siendo sorprendentemente similares: ¿Quién se beneficia del crecimiento? ¿Quién asume su coste? ¿Y qué tipo de mundo estamos produciendo, sin cesar, para la exportación?

Un superávit no es solo una línea en una hoja de cálculo. Es un reflejo de la asimetría global: de qué trabajo importa, la salud de quién se prioriza y el futuro de quién se hipoteca para sostener el consumo de hoy.

Como resumió un encuestado de manera conmovedora: "¿Es mejor estar desempleado o trabajar en una fábrica sin luz solar? Esa es la verdadera pregunta".

Tal vez sea hora de que hagamos una diferente.

No cuánto podemos producir. Sino lo que realmente necesitamos, y lo que estamos dispuestos a sacrificar para conseguirlo.

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