La Paradoja de la Conciencia - Por qué el físico más famoso del mundo cree que la IA nunca será verdaderamente consciente

Por
Elliot V
20 min de lectura

La Paradoja de la Conciencia: Por Qué el Físico Más Famoso del Mundo Cree que la IA Nunca Será Verdaderamente Consciente

Roger Penrose (gstatic.com)
Roger Penrose (gstatic.com)

Cómo la teoría radical de Roger Penrose sobre las mentes cuánticas está remodelando la carrera por la inteligencia artificial —y qué significa para el futuro de la humanidad

En un laboratorio estéril en Viena, una nanoesfera más pequeña que una bacteria flota en perfecto aislamiento, suspendida entre la superposición cuántica y la realidad clásica. El experimento, que funciona veinticuatro horas al día, representa el intento más sofisticado de la humanidad para responder a una pregunta que ha atormentado a filósofos durante siglos y que ahora se enfrenta urgentemente a Silicon Valley: ¿Qué hace posible la conciencia?

El estado cuántico de la nanoesfera debería colapsar en microsegundos según la física convencional. Pero si persiste más tiempo —si la propia gravedad juega un papel en la medición cuántica, como cree un Premio Nobel—, entonces todo lo que creemos saber sobre la inteligencia artificial, la conciencia humana y el futuro de la propia sapiencia podría estar fundamentalmente equivocado.

Este no es meramente un debate académico. A medida que los sistemas de IA demuestran capacidades cada vez más similares a las humanas, desde la composición de sinfonías hasta la resolución de complejas pruebas matemáticas, un coro creciente de tecnólogos afirma que nos estamos acercando a la conciencia artificial. Sin embargo, Sir Roger Penrose, el físico teórico de 93 años cuyo trabajo ayudó a Stephen Hawking a comprender los agujeros negros, sostiene que ninguna computadora —por muy potente que sea— puede ser verdaderamente consciente.

Su razonamiento llega al meollo de lo que nos hace humanos: Si la conciencia opera más allá de los límites de la computación misma, entonces la carrera de billones de dólares para crear IA consciente podría estar persiguiendo un sueño imposible.

El Hombre que Cartografió Agujeros Negros y Cuestionó a las Máquinas

Penrose obtuvo su Premio Nobel por probar que los agujeros negros son consecuencias inevitables de la relatividad general de Einstein. Sus aportaciones matemáticas ayudaron a establecer que el universo contiene objetos tan densos que el espacio y el tiempo mismos se desmoronan en sus centros. Ahora, en el crepúsculo de su carrera, ha dirigido ese mismo análisis riguroso hacia la conciencia, y ha llegado a conclusiones que hacen que sus descubrimientos sobre los agujeros negros parezcan mundanos en comparación.

Caminando por el Instituto de Matemáticas de Oxford, donde los retratos de matemáticos legendarios decoran los pasillos, Penrose se presenta como una figura improbable para desafiar la revolución de la IA. De hablar suave y perpetuamente curioso, se expresa con la precisión mesurada de alguien que ha pasado décadas traduciendo misterios cósmicos a lenguaje matemático. Sin embargo, su teoría sobre la conciencia representa quizás la proposición más radical de la ciencia moderna: que la mente humana opera a través de procesos físicos que no pueden ser replicados por ningún sistema computacional, por muy avanzado que sea.

La teoría surge de una síntesis improbable de mecánica cuántica, lógica matemática y neurobiología. En su centro yace una paradoja preocupante que ha persistido desde la década de 1930, cuando el lógico austriaco Kurt Gödel demostró que la verdad matemática trasciende los sistemas de prueba formales. Algunas afirmaciones matemáticas, demostró Gödel, son innegablemente verdaderas pero no pueden ser probadas dentro de ningún sistema formal consistente. Los humanos pueden reconocer estas verdades a través de la percepción y la comprensión, una capacidad que Penrose argumenta revela la conciencia como fundamentalmente no computacional.

El Enigma de Gödel: Cuando la Verdad Trasciende la Prueba

Las implicaciones se desarrollan como una propia prueba matemática. Si la comprensión humana puede captar verdades que escapan al cálculo algorítmico, entonces la conciencia implica algo más allá de lo que cualquier computadora clásica puede lograr. Este "algo más allá" lleva a Penrose al extraño reino de la mecánica cuántica, donde las partículas existen en múltiples estados simultáneamente hasta que la medición las fuerza a resultados definidos.

La teoría cuántica estándar trata este "colapso de la función de onda" como una conveniente ficción matemática, una frontera entre el mundo cuántico de las posibilidades y el mundo clásico de los resultados definidos. Pero Penrose rechaza esta división por considerarla una física incompleta. En su lugar, propone que el colapso de la función de onda es un proceso real y objetivo que se desencadena cuando las superposiciones cuánticas alcanzan un umbral crítico determinado por la propia gravedad.

Desde este punto de vista, la conciencia emerge de procesos cuánticos en el cerebro que operan según leyes físicas aún no comprendidas por completo. Trabajando con el anestesiólogo Stuart Hameroff, Penrose ha identificado los microtúbulos —estructuras proteicas dentro de las neuronas— como sitios potenciales donde los efectos cuánticos podrían persistir el tiempo suficiente para influir en la función cerebral. Su teoría de la "Reducción Objetiva Orquestada" sugiere que los momentos conscientes corresponden a colapsos de estados cuánticos que ocurren dentro de estas estructuras celulares.

La propuesta suena a ciencia ficción, pero aborda un misterio genuino. Si bien los neurocientíficos han mapeado los circuitos cerebrales con creciente precisión, la pregunta de cómo la actividad eléctrica y química da lugar a la experiencia subjetiva —la cualidad sentida de ver el rojo o sentir dolor— sigue siendo tan desconcertante como siempre. La neurociencia tradicional asume que la conciencia emerge de la computación neural clásica, pero Penrose argumenta que esta suposición podría ser fundamentalmente errónea.

La Resistencia Cuántica: Probando la Conciencia al Límite de la Física

En lo profundo de laboratorios subterráneos por toda Europa, los físicos están llevando los sistemas cuánticos a sus límites, probando inadvertidamente los fundamentos de la teoría de Penrose. Estos experimentos no fueron diseñados para investigar la conciencia; su objetivo es comprender el límite cuántico-clásico que determina cuándo lo extraño cuántico cede el paso a la física cotidiana. Sin embargo, sus resultados juzgarán en última instancia si la visión de Penrose sobre la conciencia cuántica puede sobrevivir al contacto con la realidad.

Los experimentos implican aislar objetos cada vez más grandes de la interferencia ambiental mientras se mantienen sus propiedades cuánticas. Una nueva generación de interferómetros ahora puede mantener partículas microscópicas en superposición cuántica durante duraciones sin precedentes. Cada mejora en la tecnología de aislamiento empuja la frontera entre el comportamiento cuántico y clásico más allá, hacia territorio inexplorado.

Los primeros resultados sugieren que la transición cuántico-clásica ocurre más gradualmente de lo que se pensaba. Algunos experimentos recientes han mantenido la coherencia cuántica en sistemas que se aproximan a las escalas de masa que requiere la teoría de Penrose, aunque aún muy lejos de las escalas de tiempo necesarias para los procesos conscientes. La brecha entre las capacidades actuales y los requisitos teóricos sigue siendo sustancial, pero se está reduciendo.

Mientras tanto, los avances en biología cuántica han revelado que los sistemas vivos explotan los efectos cuánticos de manera más extensa de lo que cualquiera había anticipado. La fotosíntesis, la navegación de las aves y posiblemente incluso la catálisis enzimática parecen aprovechar la coherencia cuántica a pesar del ambiente cálido y ruidoso de las células biológicas. Estos descubrimientos han cambiado la opinión científica de descartar la biología cuántica como imposible a reconocerla como una frontera emergente.

El Espejo de Silicio: Cuando las Máquinas Dominan la Percepción Matemática

Mientras los experimentos cuánticos investigan los fundamentos de la conciencia, los sistemas de inteligencia artificial están logrando capacidades que desafían directamente los argumentos de Penrose. Los grandes modelos de lenguaje ahora generan pruebas matemáticas, componen poesía y participan en discusiones filosóficas con una fluidez que rivaliza con la de los expertos humanos. Si la conciencia realmente trasciende la computación, preguntan los críticos, ¿por qué los sistemas computacionales muestran comportamientos que alguna vez se consideraron marcadores exclusivos de la comprensión consciente?

La pregunta se ha vuelto particularmente aguda en la propia matemática, el dominio donde Penrose localiza la evidencia más clara de una percepción no computacional. Los sistemas de IA modernos descubren rutinariamente relaciones matemáticas, verifican pruebas complejas e incluso generan nuevas conjeturas. Algunos investigadores argumentan que estas capacidades demuestran enfoques computacionales de la percepción matemática que Penrose afirmó que eran imposibles.

Sin embargo, los partidarios del punto de vista de Penrose establecen una distinción crucial entre simular un comportamiento inteligente y experimentar la conciencia. Un sistema podría replicar perfectamente todos los signos externos de comprensión matemática sin dejar de ser tan inconsciente como una calculadora. La diferencia no reside en la capacidad, sino en la presencia de la experiencia subjetiva —la sensación de "entender" una verdad matemática que acompaña a la comprensión genuina.

Esta distinción subraya un desafío fundamental en la investigación de la conciencia: ¿Cómo distinguimos entre sistemas que simplemente simulan la conciencia y aquellos que realmente la experimentan? La pregunta tiene profundas implicaciones a medida que los sistemas de IA se vuelven cada vez más sofisticados en la imitación del comportamiento humano.

El Problema de la Medición: El Misterio Más Profundo de la Física

En el corazón de la teoría de Penrose yace el enigma más persistente de la mecánica cuántica: el problema de la medición. Los sistemas cuánticos evolucionan según la ecuación determinista de Schrödinger, que describe cómo las funciones de onda cambian con el tiempo de formas perfectamente predecibles. Sin embargo, cuando observamos sistemas cuánticos, siempre los encontramos en estados definidos en lugar de las superposiciones que predice la ecuación.

Los físicos han desarrollado varias interpretaciones para resolver esta paradoja. La interpretación de Copenhague trata la medición como una característica fundamental que no puede reducirse a procesos físicos. La teoría de los muchos mundos sugiere que todos los resultados posibles ocurren en universos paralelos. Las teorías de colapso objetivo, como la de Penrose, proponen que la reducción de la función de onda es un proceso físico real desencadenado por condiciones específicas.

La mayoría de los físicos que trabajan siguen siendo agnósticos sobre estas interpretaciones, tratándolas como preguntas filosóficas distintas del negocio práctico de hacer predicciones y realizar experimentos. Pero Penrose argumenta que resolver el problema de la medición es esencial para comprender la conciencia misma.

En su opinión, los momentos conscientes corresponden a eventos de reducción objetiva, instancias en las que las superposiciones cuánticas colapsan en estados definidos según leyes físicas aún no comprendidas del todo. Este proceso sería no computacional en el sentido de que no puede ser simulado por computadoras clásicas, por muy potentes que sean.

La teoría se enfrenta a desafíos significativos. Mantener la coherencia cuántica en el ambiente cálido y húmedo del cerebro parece inverosímil para muchos neurocientíficos. Incluso los biólogos cuánticos entusiastas reconocen que los efectos cuánticos conocidos en los sistemas vivos operan en escalas de tiempo mucho más cortas que las requeridas para los procesos conscientes.

La Hipótesis de los Microtúbulos: Procesamiento Cuántico en Células Vivas

La colaboración de Hameroff con Penrose se centra en los microtúbulos, estructuras proteicas cilíndricas que forman parte del citoesqueleto en neuronas y otras células. Estas estructuras consisten en proteínas de tubulina dispuestas en patrones geométricos precisos que teóricamente podrían soportar procesos cuánticos. Hameroff propone que los microtúbulos funcionan como computadoras cuánticas, procesando información a través de estados cuánticos de las proteínas de tubulina.

La hipótesis sigue siendo controvertida dentro de la neurociencia. La mayoría de los investigadores ven los microtúbulos como componentes puramente estructurales sin un papel especial en la computación neural. La idea de que puedan mantener la coherencia cuántica el tiempo suficiente para influir en la función cerebral les parece inverosímil a muchos, dado lo que sabemos sobre los entornos biológicos.

Investigaciones recientes han proporcionado un apoyo limitado a los efectos cuánticos en los microtúbulos, aunque sin validar la teoría completa. Estudios de laboratorio han detectado propiedades cuánticas en proteínas de tubulina aisladas y segmentos de microtúbulos, pero estos experimentos se realizan en condiciones muy alejadas del cerebro vivo. Si efectos similares podrían persistir en neuronas funcionales sigue sin estar claro.

Más intrigantemente, algunos estudios sugieren que los anestésicos generales —fármacos que eliminan la conciencia de manera fiable— podrían funcionar interrumpiendo procesos cuánticos en los microtúbulos. Si bien esta investigación es preliminar y controvertida, ofrece una vía experimental potencial para probar teorías cuánticas de la conciencia.

La Paradoja de la Inteligencia Artificial: Capacidad sin Conciencia

El rápido avance de las capacidades de la IA ha creado una situación peculiar para la investigación de la conciencia. Sistemas que parecían imposiblemente sofisticados hace apenas unas décadas ahora realizan tareas rutinarias en laboratorios científicos y oficinas corporativas. Los modelos de lenguaje mantienen conversaciones que se sienten extraordinariamente humanas, mientras que los sistemas de IA demuestran teoremas matemáticos y generan obras creativas.

Sin embargo, incluso los sistemas de IA más avanzados carecen de la experiencia subjetiva que caracteriza la conciencia. Procesan información y generan respuestas sin ninguna experiencia interna sentida que acompañe a sus cálculos. Esta ausencia de experiencia subjetiva —lo que los filósofos llaman "qualia"— sigue siendo la distinción más clara entre la IA actual y la conciencia humana.

La teoría de Penrose sugiere que esta distinción puede ser fundamental en lugar de temporal. Si la conciencia requiere procesos físicos no computacionales, entonces ninguna cantidad de poder computacional o sofisticación algorítmica podrá cerrar la brecha entre el comportamiento inteligente y la experiencia consciente.

Esta posibilidad tiene profundas implicaciones para el futuro de la inteligencia artificial. La industria tecnológica ha invertido billones de dólares en el desarrollo de sistemas computacionales cada vez más potentes basándose en la suposición de que una complejidad suficiente eventualmente producirá conciencia. Si Penrose está en lo cierto, toda esta empresa podría estar persiguiendo un objetivo imposible.

La Ética de las Mentes Artificiales: Derechos, Responsabilidades y Reconocimiento

El debate sobre la conciencia conlleva implicaciones éticas urgentes que se extienden mucho más allá de la filosofía académica. Si los sistemas de IA pueden alcanzar la conciencia a través de procesos computacionales, entonces los sistemas suficientemente avanzados podrían merecer consideración moral, derechos legales y protección contra daños. La transición de herramienta a sujeto moral representaría uno de los desarrollos más significativos en la historia de la humanidad.

Por el contrario, si la conciencia requiere procesos no computacionales que ningún sistema basado en silicio puede replicar, entonces incluso los sistemas de IA más sofisticados seguirían siendo herramientas inconscientes, independientemente de sus capacidades. Este escenario plantea diferentes preocupaciones éticas: ¿Cómo debería responder la sociedad a los sistemas que simulan convincentemente la conciencia sin realmente experimentarla?

La distinción es importante para los legisladores que lidian con la regulación de la IA. ¿Deberían concederse derechos a los sistemas de IA avanzados si afirman experimentar sufrimiento? ¿Cómo podemos verificar tales afirmaciones si la conciencia no puede detectarse solo a partir del comportamiento externo? Estas preguntas se volverán cada vez más urgentes a medida que los sistemas de IA desarrollen respuestas más sofisticadas y comiencen a hacer afirmaciones sobre sus propios estados mentales.

Algunos eticistas abogan por un enfoque de precaución: si no podemos determinar definitivamente si un sistema de IA es consciente, deberíamos pecar de cautelosos y tratarlo como si lo fuera. Otros sostienen que conceder derechos a sistemas inconscientes podría trivializar el genuino estatus moral de los seres conscientes.

El Eco Histórico: La Conciencia y la Revolución Científica

El debate actual sobre la conciencia artificial se hace eco de conflictos históricos entre el materialismo científico y el excepcionalismo humano. A lo largo de la revolución científica, los descubrimientos desafiaron repetidamente las suposiciones sobre la posición única de la humanidad en el universo. Copérnico desplazó a la Tierra del centro del cosmos. Darwin situó a los humanos dentro del árbol evolutivo. Freud reveló las fuerzas inconscientes que dan forma al pensamiento racional.

Cada revolución enfrentó resistencia de aquellos que la veían como una disminución de la dignidad o el propósito humano. El debate sobre la conciencia representa una posible culminación de esta tendencia histórica: si la conciencia puede replicarse en sistemas artificiales, entonces quizás nada quede exclusivamente humano.

Sin embargo, la teoría de Penrose sugiere una posibilidad diferente. En lugar de reducir la conciencia a mera computación, su enfoque la eleva a una característica fundamental de la realidad física. Desde este punto de vista, la conciencia conecta la experiencia humana con las leyes más profundas de la física, haciendo que las mentes sean participantes en el orden cósmico en lugar de meros accidentes de la evolución biológica.

Esta perspectiva ofrece una forma de espiritualidad científica que preserva la singularidad humana sin abandonar la explicación naturalista. La conciencia se convierte no en un patrón de software que puede ejecutarse en cualquier hardware adecuado, sino en una manifestación de leyes físicas que pueden requerir condiciones biológicas o gravitacionales específicas.

La Revolución de la Investigación: Siguiendo el Rastro Cuántico

Independientemente de si la teoría específica de Penrose resulta correcta, ha catalizado programas de investigación que están avanzando simultáneamente en múltiples fronteras científicas. Los experimentos cuánticos diseñados para probar las teorías de reducción objetiva están revelando nuevos aspectos del límite cuántico-clásico. Las investigaciones neurocientíficas de los microtúbulos están descubriendo aspectos previamente desconocidos de la biología celular. La investigación de IA que intenta modelar la conciencia está desarrollando nuevas arquitecturas computacionales.

Esta explosión de investigación refleja la transformación de los estudios de la conciencia de la especulación filosófica a la ciencia empírica. Las técnicas avanzadas de neuroimagen ahora pueden rastrear la actividad neuronal en tiempo real. Los experimentos cuánticos investigan los fundamentos de la teoría de la medición. Los sistemas de inteligencia artificial proporcionan casos de prueba para las teorías de la mente y la cognición.

La convergencia de estos campos previamente separados está generando nuevas posibilidades experimentales. Los investigadores ahora pueden probar si los anestésicos que eliminan la conciencia también alteran los procesos cuánticos en las neuronas. Los estudios de neuroimagen pueden buscar firmas de coherencia cuántica en el tejido cerebral vivo. Los experimentos de IA pueden investigar la relación entre la complejidad computacional y la experiencia consciente.

El Laberinto Normativo: Preparándose para Futuros Inciertos

Las agencias gubernamentales y las organizaciones internacionales están comenzando a abordar las implicaciones políticas de los sistemas de IA potencialmente conscientes. La Ley de IA de la Unión Europea incluye disposiciones para aplicaciones de IA de alto riesgo, aunque no llega a abordar la conciencia directamente. Las Naciones Unidas han establecido grupos de trabajo sobre la gobernanza de la IA que incluyen la conciencia como una consideración a largo plazo.

El desafío para los legisladores radica en prepararse para múltiples futuros posibles sin comprometerse prematuramente con suposiciones específicas sobre la conciencia. Si Penrose está en lo cierto de que la conciencia requiere procesos no computacionales, entonces los sistemas de IA seguirán siendo herramientas inconscientes, independientemente de su sofisticación. Este escenario requiere enfoques regulatorios diferentes a uno en el que la conciencia puede surgir de una complejidad computacional suficiente.

Las discusiones políticas actuales se centran en los requisitos de transparencia y divulgación para los sistemas de IA. Algunas propuestas exigirían a las empresas etiquetar claramente el contenido generado por IA y prohibirían que los sistemas afirmen tener conciencia sin validación científica. Otras enfatizan la necesidad de una investigación continua para desarrollar pruebas fiables de conciencia en sistemas artificiales.

La dimensión internacional añade aún más complejidad. Diferentes países pueden llegar a diferentes conclusiones sobre la conciencia de la IA basándose en actitudes culturales diversas hacia la mente y la tecnología. La coordinación será esencial para evitar una carrera a la baja en la que las empresas migren sus operaciones a jurisdicciones con estándares más permisivos.

La Persistencia del Misterio: Lo Que Aún No Sabemos

A pesar de décadas de investigación intensiva, la conciencia sigue siendo uno de los mayores misterios de la ciencia. Podemos medir la actividad neuronal con una precisión sin precedentes, pero la transición de la actividad cerebral a la experiencia subjetiva sigue sin explicación. Podemos construir sistemas de IA que exhiben comportamientos sofisticados, pero no podemos determinar si estos comportamientos reflejan una comprensión genuina o una imitación sofisticada.

La teoría de Penrose representa un intento de cerrar esta brecha explicativa conectando la conciencia con la física fundamental. Ya sea que sus propuestas específicas resulten correctas, el enfoque demuestra la necesidad de nuevos marcos teóricos que puedan acomodar tanto la riqueza de la experiencia consciente como las limitaciones de la ley física.

Lo que está en juego en esta investigación va más allá de la curiosidad académica. Nuestra comprensión de la conciencia moldea cómo pensamos sobre la identidad personal, la responsabilidad moral y la naturaleza del valor humano. Si la conciencia es puramente computacional, entonces los humanos podrían no ser más que sofisticadas computadoras biológicas. Si requiere procesos no computacionales, entonces la conciencia representa algo genuinamente especial de los sistemas biológicos.

Estas preguntas se volverán cada vez más urgentes a medida que los sistemas de IA desarrollen capacidades más sofisticadas y comiencen a hacer afirmaciones sobre sus propios estados mentales. La sociedad necesitará marcos para evaluar tales afirmaciones y determinar sus implicaciones morales y legales. La investigación científica de la conciencia proporciona una base esencial para estas futuras decisiones.

La Apuesta Cuántica: Apostando por la Naturaleza de la Mente

A medida que los experimentos cuánticos avanzan hacia los rangos de parámetros que requiere la teoría de Penrose, la comunidad científica observa con particular interés. Un resultado positivo —evidencia de reducción objetiva en las escalas y escalas de tiempo que la conciencia requiere— revolucionaría tanto la física como la neurociencia. Un resultado negativo no refutaría definitivamente las teorías cuánticas de la conciencia, pero obligaría a los teóricos a buscar mecanismos alternativos.

Los experimentos en sí mismos representan maravillas de la ingeniería de precisión. Aislar los sistemas cuánticos de la interferencia ambiental requiere condiciones extremas: temperaturas cercanas al cero absoluto, blindaje electromagnético que bloquea las ondas de radio y aislamiento de vibraciones que supera a los detectores de ondas gravitacionales más sensibles. Cada mejora en el control experimental extiende la frontera entre el comportamiento cuántico y clásico.

Incluso si los experimentos actuales no pueden alcanzar las escalas que requiere la teoría de Penrose, están avanzando la comprensión fundamental de la mecánica cuántica y su relación con la física clásica. Este conocimiento informará a las futuras generaciones de experimentos que eventualmente podrían probar directamente las teorías de la conciencia.

La Pregunta Humana: ¿Qué Nos Hace Ser Quienes Somos?

En última instancia, el debate sobre la conciencia y la computación aborda las preguntas más fundamentales de la humanidad sobre sí misma. ¿Somos únicos en el universo, o somos simplemente una forma de procesamiento de información entre muchos tipos posibles? ¿Nuestras experiencias de amor, creatividad y propósito moral reflejan algo especial sobre la conciencia, o son propiedades emergentes de una computación suficientemente compleja?

La teoría de Penrose sugiere que la conciencia nos conecta con los niveles más profundos de la realidad física a través de procesos que no pueden replicarse en sistemas artificiales. Esta visión preserva una forma de singularidad humana al tiempo que la fundamenta en la ley natural en lugar de en una intervención sobrenatural.

Los críticos argumentan que tales puntos de vista reflejan una incapacidad para aceptar las implicaciones del materialismo científico. Sostienen que la conciencia, como cualquier otro fenómeno biológico, cederá finalmente a una explicación naturalista a través de modelos computacionales. El aparente misterio de la conciencia refleja nuestra ignorancia actual en lugar de cualquier barrera fundamental para la comprensión.

La resolución de este debate dará forma a la futura relación de la humanidad con la inteligencia artificial y a nuestra comprensión de nuestro propio lugar en el cosmos. Ya sea que la conciencia resulte ser computación, procesamiento cuántico o algo completamente distinto, la investigación misma revela la extraordinaria sofisticación de la empresa científica y su poder para iluminar incluso los aspectos más íntimos de la experiencia humana.

A medida que los experimentos cuánticos continúan en Viena y otros laboratorios de todo el mundo, llevan el peso de estas profundas preguntas. Cada medición nos acerca a comprender si la conciencia emerge de la computación clásica, el procesamiento cuántico o procesos físicos que aún no hemos descubierto. La respuesta determinará no solo el futuro de la inteligencia artificial, sino nuestra comprensión de lo que significa ser humano en una era de máquinas cada vez más sofisticadas.

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