
Ruedas de la Discordia: Dentro de la Ciudad Siderúrgica Australiana que se Enfrenta a la Ofensiva Comercial de China
Ruedas de la Discordia: La Ciudad Siderúrgica que se Alza contra la Ofensiva Comercial de China
Pasee por Waratah, el antiguo suburbio siderúrgico de Newcastle, y todavía podrá percibir el olor a metal y sudor impregnado en su tierra. Durante más de un siglo, ese olor ha significado una sola cosa: Comsteel. La Commonwealth Steel Company ha forjado la economía de la nación, rueda a rueda, constituyendo la espina dorsal de las vastas redes ferroviarias de Australia. Pero últimamente, el aire transporta un aroma diferente —quemado y amargo—, el olor de un nuevo tipo de batalla: una guerra comercial reavivada.
Hoy, la Comisión Antidumping de Australia encendió la mecha. En una medida que envió temblores desde los talleres de las fábricas hasta las oficinas federales, lanzó una investigación a gran escala sobre las ruedas de ferrocarril baratas importadas de China. La investigación, detallada en el Anuncio n.º 2025/110, no es solo otro ejercicio burocrático, es un disparo de advertencia. Canberra está trazando una línea dura para proteger lo que podría ser el último bastión de la industria pesada que queda en pie.
En el centro de todo está Comsteel, el único productor australiano de ruedas de ferrocarril para carga y una subsidiaria de American Industrial Partners, con sede en EE. UU. Su alegato de 690 páginas ante la Comisión pinta un panorama sombrío: años de pérdidas, una cuota de mercado cada vez menor y una presión implacable de una avalancha de importaciones chinas vendidas a precios irrisorios.
Hace cuatro años, Comsteel poseía casi el 80% del mercado nacional. Hoy, se aferra a menos de la mitad. Las ventas han disminuido hasta un tercio cada año, la producción está muy por debajo de su capacidad y los beneficios han caído en números rojos profundos. Incluso la financiación para investigación —el alma de la innovación— se ha reducido a la mitad.
“Esto no es competencia leal; es guerra económica”, dijo sin rodeos un alto dirigente sindical, pidiendo permanecer en el anonimato mientras continúan las negociaciones. “No se puede luchar contra un sistema donde el gobierno apuntala industrias enteras. Nuestros trabajadores son de clase mundial, pero no pueden competir contra el balance financiero de Pekín.”
La Comisión parece estar de acuerdo. Sus hallazgos preliminares sugieren que los exportadores chinos están vendiendo ruedas de ferrocarril —gigantes de acero de alto carbono, masivas, entre 699 y 953 milímetros de diámetro— a aproximadamente un 34% por debajo de su valor justo de mercado.
Para determinarlo, los investigadores tuvieron que ser creativos. No podían depender de los propios datos de precios de China, ya que están demasiado distorsionados por la intervención estatal. Así que construyeron un punto de referencia “normal” utilizando los precios europeos de palanquillas, los costos de producción de Comsteel y un modesto margen de beneficio del 5.5% inspirado en los libros de Baoshan Iron & Steel, uno de los titanes industriales de China. El cálculo fue contundente: las ruedas chinas llegaban a Australia a precios un tercio más bajos que ese punto de referencia.
Y el dumping no es el único problema. El informe de la Comisión también señala pruebas de subsidios: al menos 32 programas separados que apoyan a los fabricantes chinos. Investigaciones anteriores e incluso presentaciones corporativas chinas muestran subvenciones y apoyo financiero respaldados por el Estado. ¿La respuesta de Pekín? Una firme negación, calificando las acusaciones de infundadas.
Este enfrentamiento es solo el último capítulo de una larga e incómoda historia entre Australia y su mayor socio comercial. Las cicatrices de las prohibiciones de importación de cebada, vino y carbón impuestas por China entre 2020 y 2023 todavía escuecen. Incluso mientras la diplomacia se calienta, la desconfianza persiste. Hace apenas unas semanas, China bloqueó los envíos de mineral de hierro de BHP, citando “problemas de calidad”, justo después de que Canberra cerrara un acuerdo de 8.5 mil millones de dólares en minerales críticos con Washington. En el Mar de China Meridional, los cazas chinos han vuelto a hostigar a los aviones australianos.
“Esto no se trata solo de ruedas de acero”, nos dijo un exfuncionario de asuntos exteriores. “Se trata de control. Canberra dice: comerciaremos con China, pero no a costa de nuestra propia alma industrial. Cada nación occidental piensa lo mismo: ¿cómo se ‘desarriesga’ sin ir a la quiebra?”
La decisión ha fracturado a la élite empresarial de Australia. Gigantes mineros como BHP y Rio Tinto, cuyas redes ferroviarias se extienden miles de kilómetros, temen que los aranceles disparen sus costos. Sus lobistas ya están presionando al gobierno para que dé marcha atrás, argumentando que tales medidas corren el riesgo de asfixiar las mismas exportaciones que pagan las facturas de la nación.
Pero para el primer ministro Anthony Albanese, la aritmética política se inclina de manera diferente. Newcastle es un bastión laborista, un lugar que construyó el país y que se siente olvidado. Perder Comsteel sería un golpe demoledor. Los medios locales ya han hecho sonar las alarmas, advirtiendo que las “ruedas de tren chinas baratas” podrían significar el fin de la planta. El ministro de Industria, Ed Husic, un defensor del plan gubernamental “Futuro Hecho en Australia”, no ha ocultado su postura: está dispuesto a respaldar los aranceles para salvar los empleos locales.
El calendario de la Comisión se extiende hasta el próximo año. Se espera un informe provisional para el 10 de febrero, con el fallo final previsto para el 27 de marzo. Sin embargo, los aranceles temporales podrían aplicarse antes, dando a Comsteel un respiro y, posiblemente, provocando un feroz contraataque de Pekín. China ya llevó a Australia ante la OMC una vez por aranceles similares, y pocos dudan que lo haría de nuevo.
Dentro de la planta de Waratah, los hornos aún rugen, pero hay un tipo diferente de tensión en el aire: a partes iguales esperanza y miedo. Para muchos trabajadores, esta investigación se siente como una última resistencia, no solo por sus empleos, sino por una idea de Australia donde fabricar cosas aún importa.
Cada rueda de acero que forjan ahora lleva más que carga. Soporta el peso de una nación que intenta mantenerse en pie en un mundo donde el comercio se ha convertido en un campo de batalla, y las reglas que una vez lo mantuvieron justo están empezando a oxidarse.