
La Llamada de Atención de 48 Millones de Euros a Apple: ¿Cómo Francia Finalmente Hizo Frente al Imperio del iPhone?
La llamada de atención de 48 millones de euros para Apple: cómo Francia finalmente se plantó frente al imperio del iPhone
PARÍS – Tras más de una década de batallas judiciales, Apple ha sido condenada a pagar 48 millones de euros por coaccionar a los operadores de telefonía móvil franceses para que aceptaran contratos unilaterales. El Tribunal de Actividades Económicas de París emitió el veredicto, declarando que las tácticas comerciales de Apple cruzaron la línea de lo astuto a lo coercitivo.
Durante años, el gigante tecnológico utilizó el irresistible atractivo del iPhone para doblegar a los operadores a su voluntad. El tribunal dictaminó que Apple forzó a los operadores a financiar sus campañas de marketing, a comprometerse a realizar pedidos masivos de iPhone a precios fijos y a ceder su propia propiedad intelectual, todo ello sin una compensación justa. En resumen, Apple marcaba todas las reglas, y los operadores acataban porque no podían permitirse no hacerlo.
El fallo de 48 millones de euros pone fin a un caso que se inició en 2013, impulsado por el organismo de protección al consumidor de Francia, la DGCCRF. Aunque la multa es calderilla para una empresa que gana más que eso en unas pocas horas, la sentencia en sí podría causar un gran impacto en las alianzas globales de Apple. El mensaje del tribunal es claro: el dominio no otorga inmunidad.
El pago se desglosa en una multa de 8 millones de euros, 950.000 euros en costas legales y casi 39 millones de euros en daños y perjuicios repartidos entre tres de los principales operadores de Francia: Bouygues Telecom (16 millones de euros), Free (15 millones de euros) y SFR (7,7 millones de euros). La única excepción fue Orange, que no recibió nada. Los jueces dijeron que Orange había tenido un acuerdo exclusivo con Apple, ayudando a crear el mismo desequilibrio del que luego se quejó.
La anatomía del abuso
En el centro de esta saga había nueve cláusulas engañosas ocultas en los contratos de iPhone de Apple, particularmente los del iPhone 5s y 5c. Los reguladores dijeron que estos términos inclinaban el terreno de juego completamente a favor de Apple. El tribunal estuvo de acuerdo.
Los operadores no eran socios, eran peones. Tuvieron que invertir millones en campañas publicitarias gestionadas por Apple —entre 7 y 10 millones de euros cada año, según los informes— solo para ver sus logotipos discretamente colocados debajo de los de Apple en las vallas publicitarias. ¿Precios? No negociables. Los operadores tenían que comprar un número determinado de teléfonos a precios fijos, lo que los ataba a acuerdos incluso cuando las tendencias del mercado cambiaban.
Apple también reclamó derechos para usar las marcas, patentes e incluso datos sensibles de la red de los operadores sin pagar un céntimo. Y por si fuera poco, Apple se dio el poder de rescindir el acuerdo en cualquier momento, mientras seguía exigiendo que las tiendas construyeran elegantes expositores aprobados por Apple a su propio cargo.
«Fue una lenta erosión de la libertad», dijo una fuente cercana a la denuncia original de la DGCCRF. En 2013, los ministros Pierre Moscovici, Arnaud Montebourg y Fleur Pellerin lideraron la acusación, argumentando que el comportamiento de Apple no era una negociación inteligente, sino un abuso, simple y llanamente.
El cerco de Europa
El veredicto de Francia encaja perfectamente en una tendencia europea más amplia: los reguladores se están cansando de la prepotencia de Silicon Valley.
En marzo de 2025, las autoridades francesas impusieron a Apple otra multa de 150 millones de euros por usar su función de Transparencia de Seguimiento de Aplicaciones para dar a sus propios anuncios una ventaja injusta. Eso siguió a una multa de 1.100 millones de euros en 2020 por prácticas anticompetitivas y un acuerdo aparte por el «batterygate», cuando Apple admitió haber ralentizado iPhones antiguos mediante actualizaciones de software.
En conjunto, estos casos demuestran que los reguladores europeos han afilado sus cuchillos. Bajo la Ley de Mercados Digitales, se espera que las empresas «guardián» como Apple jueguen limpio o afronten las consecuencias. La nueva sentencia francesa puede centrarse en contratos físicos, pero tiene el mismo peso moral: las empresas poderosas no pueden seguir reescribiendo las reglas a su antojo.
Qué sucederá ahora
Apple no ha comentado nada todavía, pero fuentes cercanas dicen que ya se está preparando una apelación. Eso podría alargar la batalla durante varios años más. Aun así, Apple tendrá que eliminar las cláusulas ofensivas de todos los futuros acuerdos con los operadores franceses, pase lo que pase en los tribunales.
Ese cambio da a los operadores algo que les ha faltado durante mucho tiempo: poder de negociación. Bouygues, Free y SFR ahora pueden negociar en condiciones más equitativas, y la compensación les ayudará a expandir las redes 5G y otros servicios.
El efecto dominó podría extenderse rápidamente. Los abogados dicen que esta sentencia proporciona un modelo listo para que los reguladores de Italia, España y Alemania revisen sus propios acuerdos con Apple. Si eso sucede, la compañía podría verse obligada a replantearse por completo cómo hace negocios con los operadores de todo el mundo, un posible golpe a sus notoriamente altos márgenes de beneficio del iPhone, que rondan el 70%.
¿Y los usuarios cotidianos? El impacto podría ir en cualquier dirección. Más competencia podría reducir los precios o estimular la innovación. Pero Apple también podría subir las tarifas mayoristas en Europa para compensar la diferencia.
El contexto general
Este caso no trata solo de unos cuantos contratos injustos. Trata de quién ostenta el poder: las grandes empresas tecnológicas o los mercados que dominan.
Los reguladores de Francia han dejado su postura muy clara: incluso la empresa más grande del mundo debe jugar con las mismas reglas que los demás. La batalla de doce años de Apple por un puñado de cláusulas contractuales ha terminado con una costosa lección, una que podría resonar mucho más allá de París.
En la batalla entre la innovación y la rendición de cuentas, Francia acaba de recordar al mundo que ningún imperio, por muy brillante o icónico que sea, es intocable.
NO ES ASESORAMIENTO DE INVERSIÓN